viernes, 25 de septiembre de 2009

Nuestra Identidad

En los orígenes de nuestra Patria, hace unos 200 años, ninguno de nuestros próceres se hubiera imaginado que el destino de nuestro país, estaría en manos Privadas.
En este sentido, la Educación, siempre fue pensada como un derecho de los hombres, una responsabilidad del Estado; así lo plasmaron en la constitución de 1853, así estaba en el imaginario de todos.
Cerca del bicentenario, después de 20 décadas, nuestro Estado se ha deslindado de aquel ideario patriótico. La educación, la salud, la vivienda, todo está en manos del libre mercado y bajo la ley de la oferta y la demanda. Estará mejor educado aquel que pueda pagar la mejor escuela. Tendrá salud sólo el que tenga el dinero suficiente para abonar los costosos planes de medicinas privadas.
Nuestra constitución permite la propiedad particular y la acumulación de la misma, a la vez que defiende el derecho a la vida; en este sentido, tal vez estamos frente a una contradicción pues la acumulación de riqueza de los particulares atenta contra el derecho a una vida digna de aquel que no tiene nada. Si el Estado subsidia a los privados para que sostengan sus negocios, ¿no debería ser el Estado quién subsidie también al desamparado?

Para formar una Nación debe existir una identidad y ella sólo puede darse a través de las escuelas, a través de la formación en un sentido patriótico de nuestros habitantes.
Es correcto. Las escuelas fueron cambiando a lo largo del tiempo, acomodándose a la forma ideológica del gobierno imperante.

Escuela mercado, se oía por los pasillos del Congreso de la Nación alrededor de los años noventa, antes de aprobarse la Ley que permitiera el traspaso de las instituciones nacionales a la órbita de las provincias. Fue ese el momento en el cual se generó el espacio para que lo privado avanzara sobre lo público, y casi sin darnos cuenta 15 años después nos encontramos con que es el mercado el que piensa nuestra Argentina, el que provee de identidad nacional.

Si realmente creemos en la democracia, si realmente creemos en la equidad y la justicia, es tiempo de repensar el rol de los guardapolvos blancos, cómo le damos identidad a los hombres de la Argentina de los próximos 50 años.

FE

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